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Esos tres altos dirigentes del PRD apoyaron militantemente a Miguel Vargas cuando éste decidió buscar la presidencia del PRD, con el propósito, según pregonaba, de evitar que en futuras campañas electorales el partido y su candidato presidencial trillaran diferentes caminos.
Vargas logró concitar el apoyo de casi todos los perredeistas, y por aclamación unánime fue elegido presidente del PRD. Al juramentarse anunció que con su ascenso a la máxima dirección del partido la dedocracia habia llegado a su fin, y que a partir de ese momento las bases escogerían los candidatos a cargos electivos populares. Faltó a su compromiso, y él mismo se encargó de aniquilar legítimas aspiraciones, entregando posiciones ganables a sus escogidos, en su afán de construir lo que concebía como el nuevo PRD.
Usó su poder para imponer como Secretario General a Orlandito, y como Secretaria de Organización a Genilda, dos de los dirigentes jóvenes más trabajadores que tiene el PRD. Estos lo acompañaron, al igual que Bautista, en sus aspiraciones para obtener la nominación presidencial de su partido, y como presidente del PRD, a espaldas de sus órganos, pactó con Leonel Fernández una reforma constitucional que sentó las bases para aniquilar la independencia del Poder Judicial.
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No pensó que esos jóvenes dirigentes, leales a Miguel Vargas, personas que han sacrificado su tiempo y sus recursos a la causa del PRD, necesitaban la victoria del PRD, que era su victoria, y con ello la posibilidad de asumir alguna posición importante en la dirección del Estado.
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No debe quejarse, pues quienes dirigieron la venganza de las bases del PRD, fueron los mismos dirigentes que él impuso como Secretario General y Secretaria de Organización del PRD, Orlandito Jorge Mera y Geanilda Vásquez.
Que se resigne a su suerte, pues no volverá a ser presidente del PRD ni candidato a alcalde pedáneo. El está cosechando lo que sembró.
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