sábado, 5 de abril de 2014

DE VÍCTOR PIE... A LUIS PIE

 Víctor sufrió una accidente laboral, le amputaron el brazo derecho y no volvió a cortar caña. En la década de los 80 sus facultades mentales habían disminuido, y vagaba por las calles de Ocoa, zaherido por las burlas y acosos de adolescentes alienados e inconscientes, que disfrutaban contemplar sus airadas e impotentes reacciones.


Víctor Pie solía tener períodos de relativa tranquilidad y, sentado en uno de los  bancos del Parque Libertad, disfrutaba contemplar diluirse las volutas del humo que exhalaban sus cigarrillos Cremas. Conversé con mi tocayo muchas veces y siempre lo traté como una persona normal... y lo era, excepto en esos momentos cuando el enjambre de los tristes pensamientos que lo acosaban eran agitados por el ensañamiento de sus verdugos.


Una noche se rompió el hilillo que lo ataba a la cordura eventual, y desnudo, perseguido por una jauría de jóvenes  lunáticos, Víctor Pie corría como un desesperado, mientras la multitud lo apedreaba, como si trataran  de lapidar una bestia peligrosa.

El destino me había colocado en la alcaldía del municipio de San José de Ocoa, y en  mi condición de Sindico no iba a permitir que humillaran a un ser humano, incapaz de defenderse y de comprender su propia realidad. 

Temblando de miedo, abrazando su desnuda anatomía con el zoquito y el brazo bueno, arrinconado en un letrina abandonada, Victor Pie, resignado a su suerte, aguardaba la muerte en manos de sus verdugos: una turba diabólica integrada por adolescentes y adultos deshumanizados.

Acompñado de Marcos Sánchez (Bikili), uno de mis asistentes, llegué a su lado, luego de contener a los frenéticos y alocados mozalbetes que insistían en aplastarlo bajo sus insultos.Logramos calmarlo, y tras vestirlo, la única alternativa que en esos momentos parecíome sensata fue buscar tratamiento siquiátrico, pues Victor Pie, aparentemente  sólo en el mundo, requería el auxilio de la ciencia; nadie le conocía familia, y su vida transcurría  durmiendo donde le cogiera la noche.

Llegamos en horas de la madrugada al Hospital Siquiatrico Rodolfo de Lara,  el célebre maniconio del 28, donde van a parar, si alguien se conduele, todas las personas, hombres o mujeres, que en la República Dominicana sufren trastornos mentales, y no tiene ni dolientes ni dinero. Lo internaron con la condición de que me hiciera responsable y fuera a recibirlo tan pronto le dieran de alta. Desde entonces Victor Pie se convirtió en mi loco, y como  también me llamo Víctor, no faltó quien dijera que yo estaba tan loco como mi mi tocayo, mi amigo Pie.

Mientras mi loco soportaba el tratamiento siquiátrico, Pedro Martínez El Sabio sugirió como tratamiento post siquiátrico una terapia laboral. Pedro Martinez El Sabio estaba convencido de que la  etiología de la enfermedad mental de Víctor Pié tenía una causa económica. ¡Qué váina, eh!  ¿Será esa la causa de la epidemia de suicidios que consterna la conciencia de la parte sana de la sociedad dominicana?

Si Ducho, Pedro Martínez El Sabio,  sostenía que a Víctor Pie lo que le trastornaba la mente era el arranque, la falta de dinero en los bolsillos, la miseria absoluta, había que hacerle caso, y sus consejos fueron la guía para curar a Pie.  La autoridad administrativa del hospital siquiátrico llamó para informarme que mi loco estaba de alta, y cuando recogí a Victor Pie, vestido con ropas limpias y más lucido que Albert Einsten, me sentí contento, y regresamos a su tierra de Ocoa conversando animadamente. 

Empleamos a Victor Pie como trabajador nominal del Vivero Municipal, y el hombre comenzó a sentirse en sus aguas. Amaba la tierra, el campo, el olor del bosque, ver los tiernos brotes crecer, y escuchar la voz del Padre Luis animar su trabajo. El vivero producía plantas nativas,  y frutales, principalmente higos, que eran distribuidos gratuitamente, y destinada su producción a los proyectos de reforestación  que desarrollaba ADOESJO, la popular Junta de Desarrollo de Ocoa, cuya alma y mentor principal lo era el irlandes Louis Jhosep Queen Cassidy, nuestro querido e inolvidable Padre Luis.

Victor Pie, con una sola mano, producía más que otros con las dos manos, y cobraba cada quince días su salario nominal. Comenzó a vivir la vida de ser humano útil y productivo, y a recobrar la conciencia de su importancia. A Pedro Martinez El Sabio, le llamaba papá. Y así fue, y Victor Pie fue como un hijo, solidario y amoroso, pues cuando Pedro Martinez El Sabio fue postrado por la enfermedad que terminó por cobrarle la vida, Victor Pie, todos los días, iba hasta su lecho.El 16 de agosto del 1996 El Sabio se marchó, y ahí, al lado de su féretro, estaba Víctor Pie, un hermano haitiano, rescatado a la vida por el cariño de sus hermanos dominicanos.
Estas reflexiones emotivas nacen de las victorias de  Luis Pie, que con magistral habilidad y a patadas ha colocado su nombre en el firmamento de nuestro cielo deportivo. Acaba de clasificar ganando un oro, derrotando a un mundialista. El deporte dominicano exhalta sus triunfos y lo celebra orgulloso como uno de los nuestros, que podría ser el próximo oro olímpico de los dominicanos. Nació en Bayaguana, y como es una estrella, nos lo apropiamos como  joya de nuestra corona. ¡Qué bien! Yo también lo siento así: ¡Luis Pie es de nosotros!

... Pero, ¿ acaso Juliana Deguis no es tan dominicana como Luis Pie? Ambos son nativos de la misma provincia, donde hasta hace poco la mayoría de la población residía en bateyes, los archipiélagos desconocidos de nuestra geografía cañera, cuya gente, tras la fracasada privatización de los ingenios, han tenido que salir a lo claro para no morirse de hambre, y ya en la claridad, reclaman su derecho a la nacionalidad dominicana, y unos, como Luis Pie, a patadas, ha llenado de orgullo y esperanza a los dominicanos, y a patadas a ratificado su derecho legítimo a ser considerado uno de aquí.

Las palabras del pateador reflejan el orgullo de su dominicanidad, citamos:  "Sabía a quién me enfrentaba. Quería buscar eso, vencer al subcampeón mundial de plata pasado. Un tremendo atleta, pero en Dominicana lo tenemos todo, los mejores entrenadores y atletas, solamente hay que salir al terreno a buscar nuestro mérito".
Muy pronto lo veremos subir a un podio, a lo más alto, llorar escuchando el himno de Prud, Homme y José Reyes, abrazado a la enseña tricolor, rodando por sus mejillas las lágrimas que arranca la emoción de lo dominicano.


De Victor Pie... a Luis Pie ha llovido mucho, y para que esa lluvia moje, empape y haga frutificar la conciencia encallecida de quienes pretenden tapar el sol con un dedo, desconociendo la realidad,  le recordamos que tenemos una deuda con los dominicanos de origen haitiano, y que llegó la hora de pagar el costo jurídico de la irresponsabilidad social de la oligarquía y la complicidad de los políticos corruptos que han administrado el Estado Dominicano.