jueves, 13 de septiembre de 2012

¡ EL APOCALIPSIS DEL PRD ? : SEÑALES OMINOSAS

















En el mundo existen personas que sus contemporáneos exaltan y elevan a pedestales  reservados para los predestinados; son los seres humanos  excepcionales, esos que constituyen referencia obligada, susceptibles de despertar una admiración que echa raíces profundas en la psiquis colectiva, eleva el respeto de sus adversarios y mantiene a sus detractores  murmurando a soto voce, para no exacerbar en su contra las iras populares.

Esos seres cuasi predestinados, que seducen a las masas y despiertan pasiones  colectivas que suelen alcanzar el paroxismo,  a veces se sienten atraídos por los asuntos de interés público y, sin proponérselo, se convierten en líderes.

Algunos se lanzan a la arena política y se disputan el favor del pueblo, y muy pocos logran salir airosos; los que tienen el privilegio de alzarse con cargos de elección popular, llámese Presidente de la República, Senador, Diputado, Alcalde o Regidor, en su respectivo ámbito se convierte en un semidiós, de quien depende el alimento, el vestido y el techo de muchos infelices.

En países donde abundan los damnificados materiales, y también los damnificados espirituales,  el grado de dependencia entre el líder y sus seguidores es umbilical; no hay nada más parecido a un feto desvalido en el vientre de su madre que un seguidor ciego y perrunamente fiel a su semidiós político, sobre todo si ese semidiós es un Senador, Diputado, Alcalde o Regidor que ha alcanzado, por circunstancias imprevisibles, un liderazgo que reviste características  mesiánicas.

Cuando un liderazgo refulgente, arraigado profundamente en  el sentimiento de una masa inmensa de excluidos sociales  que se aferran hasta la muerte a sus simpatías políticas,  de repente claudica,  aceptando como áurea distinción la sinecura que  a ojos de sus seguidores es una  humillación que reduce a su adorado líder  a una insignificancia, hay motivos para pensar que ya las campanas están tañendo en pena por el alma de los valores emblemáticos y superiores de la idiosincrasia dominicana.

La metamorfosis  regresiva del  líder, renunciando a volar con la fuerza de sus propias alas,   para envolverse en el capullo ajeno, acariciando una distinción insignificante y justificándose con banalidades irrelevantes,  hiere de muerte la  esperanza y la fe de la masa irredenta que persigue sus sueños de reivindicación social junto a su guía;  ante el repentino abandono, siente  las bases de su mundo  desmoronarse bajo sus pies,  experimenta la sensación de que le han arrancado  las vísceras y,  sencillamente, ante el extraño e injustificado desvarío de su guía,  ¡naufraga! Y, ¡Oh, caprichosas mudanzas de los tiempos!  Donde mugió por primera vez el  buey criollo, ahí mismo  le han clavado una letal estocada.

Mientras tanto el traidor rencoroso se afana por arrastrar al herido animal simbólico y atarlo en el patio ajeno, con la ostensible intención de  convidar a los carniceros enemigos a descuartizar los restos del buey. Son señales ominosas del apocalipsis perredeista.



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