El territorio que hoy ocupa la República Dominicana está siendo saqueado brutalmente desde finales del siglo XV. Sus riquezas, inagotables, han servido para construir colosales fortunas, siempre amasadas con los sacrificios de la gente humilde, que han aportado sudor, lágrimas y sangre... incluso la vida, para que una reducida élite vivan como dioses, con poder para decidir la suerte de las mayorías. Una y otra vez, el pueblo caído y pisoteado, cuán Ave Fénix, renace de sus cenizas, y comienza a reconstruir sus sueños, atrapada en el presentimiento fatalista de que una vez más, como siempre, volverá a caer cuando esté a punto de creer alcanzarlos, o cuando sus esperanzas marchitas comiencen a reverdecer.
La lucha del pueblo contra la voracidad de las langostas que le privan de los frutos de su cosecha, ha sido difícil, ardua, cuesta arriba y estéril.
Se organiza mil veces, !un millón!, abrazando las propuestas redentoras que le venden los que dicen defender su causa, y desengañado, en vez de trillar su propio camino, no tarda en ser seducido por un nuevo señuelo. Hoy, por su aparente inercia, parece que ni piensa, y las ideologías no le atraen; mas bien prefiere convertirse en cliente de los oportunistas pragmáticos, aunque lo compren con dinero robado, como única alternativa para seguir mal viviendo.
La capacidad de asombro, entumecida por el tráfago diario para sobrevivir un día más la inseguridad que nos abate, se ha perdido, y el lavado de cerebro de la propaganda oficial, sostenida con miles de millones de pesos del erario público y cientos de periodistas y comunicadores que vendieron su pluma y su conciencia, ha suscitado un estado de alienación que tiene un efecto paralizante.
Pequeñas resistencias insisten en ser diferentes, pero su grito débil carece de potencia para despertar la emoción colectiva.
Quedaba un espacio para socializar propuestas diferentes, representado por los remanentes del pensamiento político preconizado por José Francisco Peña Gómez, y desde ese espacio, identificado con la sigla PRD, quienes hacían pedagogía política, hilvanaban interpretaciones objetivas de la realidad social, desenmascarado las falacias oficialistas y poniendo al alcance de las mayorias, en lenguaje llano, la comprensión del fenómeno económico. Gracias a ellos, a investigadores acuciosos, comprendimos la estructura mafiosa y los mecanismos de enriquecimiento ilícito utilizados por funcionarios ladrones para enriquecerse a costa del Estado.
Hoy ya no tenemos ese espacio. Al pueblo le robaron el PRD, su principal instrumento de lucha política y social, y su única escuela de democracia. Con su última decisión, otorgando calidad de Comisión Política a una comelona pagada por Miguel Vargas a un grupo de clientes, los jueces del Tribunal Superior Electoral le dieron un tiro de gracia al sentido común.
Los que se robaron al PRD constituyen una asociación de malhechores, que con premeditación, decidieron desconocer los postulados de la Constitución de la República, ex profeso, para privar al pueblo de su patrimonio político más importante. Ya no hay PRD. Corresponde al pueblo, una vez más, construir un nuevo espacio.
Los delincuentes que integran el mal llamado Tribunal Superior Electoral han cometido un crimen de lesa patria, y junto a Leonel Fernández y Miguel Vargas, forman una auténtica asociación de malhechores, cuyo crimen deleznable es una puñalada al alma nacional, pues el PRD constituye un sentimiento profundamente enraizado en la conciencia de millones de dominicanos.
Esas personas han impedido a millones de dominicanos el ejercicio de sus derechos políticos. Nos han reducido como ciudadanos, violando derechos fundamentales reconocidos en la Constitución. Los jueces del TSE, Fernández y Vargas, son los autores de un robo descarado: SE ROBARON EL PRD; es la primera vez que en un país se roban un partido político, pero como vivimos en la República Dominicana, un país sin institucionalidad, carcomido por los gérmenes patógenos que inoculó Leonel Fernández en la sociedad dominicana, el robo quedará impune, y sus autores seguirán haciendo daño a la sociedad dominicana, sin consecuencias, pues en nuestro país el Estado de Derecho está en bancarrota. Sin dudas, por lo cuantioso del botín, el robo del PRD es el robo del siglo.
Sólo el pueblo en lucha constante, organizado, tiene poder para fumigar la plaga que mató al Partido Revolucionario Dominicano. Aprovechemos el espacio que nos abre la Convergencia... y ya habrá tiempo para cobrarle a los ladrones.
Excelente artículo, solo falto decir, que para que estos malhechores se consagraran como tales, no conformes con robarle el dinero del pueblo, también les robaron, el único instrumento con capacidad, para rescatar la esperanza y la democracia dominicana.
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